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Cristina
“...Medité en ese laberinto perdido: lo imaginé inviolado y perfecto en la cumbre secreta de una montaña, lo imaginé borrado por arrozales o debajo del agua, lo imaginé infinito, no ya de quioscos ochavados y de sendas que vuelven, sino de ríos y provincias y reinos... Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarca el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo a los astros.” Jorge Luis Borges, Ficciones.

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La muerte del comendador (Libro 1) Haruki Murakami



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Título: La muerte del comendador
Autor: Haruki Murakami
Páginas:432
Editorial: Tusquets Editorial



Sinopsis:

En plena crisis de pareja, un retratista de cierto prestigio abandona Tokio en dirección al norte de Japón. Confuso, sumido en sus recuerdos, deambula por el país hasta que, finalmente, un amigo le ofrece instalarse en una pequeña casa aislada, rodeada de bosques, que pertenece a su padre, un pintor famoso.
En suma, un lugar donde retirarse durante un tiempo. En esa casa de paredes vacías, tras oír extraños ruidos, el protagonista descubre en un desván lo que parece un cuadro, envuelto y con una etiqueta en la que se lee: «La muerte del comendador». Cuando se decida a desenvolverlo se abrirá ante él un extraño mundo donde la ópera Don Giovanni de Mozart, el encargo de un retrato, una tímida adolescente y, por supuesto, un comendador, sembrarán de incógnitas su vida, hasta hace poco anodina y rutinaria.
Este primer volumen de la novela La muerte del comendador es un fascinante laberinto donde lo cotidiano se ve invadido de señales indescifrables, de preguntas cuya respuesta todavía está lejos de vislumbrarse. El lector, al igual que el protagonista, deberá permanecer muy atento.


Reseña:

En los últimos años Murakami ha estado muy presente debido al ya polémico premio nobel al que ha estado nominado en varias ocasiones y que finalmente, nunca ha recibido.

La muerte del comendador vuelve a situar a Murakami en todas las librerías y en las listas de libros más vendidos. Se trata de una novela ambiciosa, plagada de claras influencias y un claro ejemplo de la madurez de su autor.

Si por algo se caracteriza este autor japones es por la habilidad de unir el mundo mágico y onírico con la cotidianidad . En La muerte del comendador también está presente ese realismo mágico pero unido a una influencia clara de autores clásicos japoneses como Kawabata, Soseki o Mishima.

El protagonista, un anónimo pintor, después de una dura ruptura matrimonial, se verá obligado al aislamiento, volviendo a las raíces y al contacto con la naturaleza. La soledad llevará al pintor a una serie de sucesos, siempre relacionado con el arte en todas sus expresiones: la pintura, la música, la literatura... Estas nociones artísticas con las que Murakami colorea toda la novela, son fuentes reales, quizá la más destacable sea la ópera Don Giovanni de Mozart.

La obra está narrada en primera persona por el pintor, acercando al lector a esa soledad plagadas de reflexiones y de paisajes naturales. La sutileza de acercar la naturaleza a la esencia humana como si de una peregrinación se tratase muestran claramente la tendencia estética clásica japonesa.

Los personaje se entrecruzan, nada será lo que parece y el misterio envuelve a todos y cada uno de ellos, son impredecibles. Los diálogos que los acompañan están perfectamente construidos, con un gran ritmo y caracterizando a cada uno de los personajes.

Por otra parte, si podemos reprochar algo a Murakami es la extensión innecesaria de esta novela, pues se trata de la primera parte con 432 páginas y una segunda parte (aún sin publicar) que verá la luz en 2019 y que dispondrá de 496 páginas. Por tanto, una extensión de casi 1000 páginas donde en esta primera parte no encontramos grandes pensamientos de Murakami como sí leíamos en Kafka en la orilla.

En definitiva, La muerte del comendador es una expresión de la madurez de Murakami, de la unión de lo onírico y lo real, mezclado con todo el arte tradicional japonés actualizándolo de una manera sorprendente. Aúna esa apertura a Occidente que se produjo en el siglo XIX con la revolución Meiji y la conservación de la esencia japonesa que tanto ansiaron los autores de la época.
Especialmente recomiendo este libro a todos los lectores cercanos al mundo pictórico, que se hayan enfrentado ante un papel en blanco y que sean capaces de esperar a la segunda parte, ya que deja un final totalmente abierto.

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